Un jefe del Pentágono y un reconocido astrónomo han publicado un documento —todavía en revisión por pares— que ofrece una explicación controversial a los constantes avistamientos de ovnis (objetos voladores no identificados): sondas enviadas por una nave nodriza extraterrestre en nuestro sistema solar, con el objetivo de explorar los distintos planetas, incluida la Tierra.

Los autores del mencionado documento son Sean Kirkpatrick, director de la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios del Pentágono (AARO), y Avi Loeb, presidente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard.

Loeb es conocido por haber descubierto el objeto interestelar Oumuamua en 2017 y sugerir que se trata de un artefacto artificial, como una antigua nave alienígena, debido a sus características físicas (un cuerpo extremadamente alargado de 200 metros de longitud). Luego se detectó que, meses antes, otro objeto interestelar llamado IM2 (un metro de ancho) había colisionado con nuestro planeta.

Debido a las similitudes orbitales entre Oumuamua e IM2 y su posible relación, los autores consideran la posibilidad de que en nuestro sistema solar circule «una nave nodriza que libera pequeñas sondas durante su paso cercano a la Tierra».

Representación de Oumuamua, el primero objeto interestelar (de origen fuera del sistema solar) detectado. Imagen: ESO

Si bien no afirman que los objetos mencionados sean una prueba de su hipótesis, sugieren que esta podría explicar muchos de los también llamados UAP (fenómenos aéreos inexplicables).

¿Misiones como las de la NASA?
Independiente de la tecnología empleada, una nave principal que lleva naves más pequeñas es, para los autores, «una construcción operativa no muy diferente de las misiones de la NASA».

Por ejemplo, en 2021, con el objetivo de poner a prueba nuestra tecnología para defender a la Tierra de objetos espaciales, la NASA lanzó la misión DART: una sonda que llevaba consigo un minisatélite, el cual fue liberado durante el viaje para registrar el impacto de la nave con un asteroide.

Sin embargo, las hipotéticas misiones extraterrestres que plantean Loeb y Kirkpatrick estarían hechas para durar periodos que van más allá de la vida humana, ya que la mayoría de sistemas planetarios en nuestra galaxia están a miles de años luz de distancia de la Tierra.

Representación artística de la Vía Láctea, cuyo diámetros abarca 100.000 años luz. Imagen: Pablo Carlos Budassi

En ese sentido, proponen que dichas misiones interestelares deberían tener fines científicos, como la exploración o la propagación de «semillas biológicas», de modo que la vida de estas civilizaciones prospere en planetas habitables.

Tecnología avanzada
Los autores señalan que ninguna entidad biológica sobreviviría a viajes tan largos. Por ende, sugieren que estas naves serían dispositivos autónomos equipados con inteligencia artificial.

Asimismo, hacen una aproximación al posible funcionamiento de estos artefactos. «En una distancia cercana a una estrella, las sondas tecnológicas extraterrestres podrían usar la luz del astro para cargar sus baterías», escriben.

Ya centrados en las sondas pequeñas que salen de la nave nodriza, teorizan que estas podrían usar el agua líquida como combustible.

«Esto explicaría por qué apuntarían a la región habitable alrededor de las estrellas, donde el agua líquida puede existir en la superficie de los planetas rocosos con atmósfera, como la Tierra», indican.

Así, sugieren que estas sonda podrían ser «capaces de moverse entre el espacio, el aire y el agua», características de los planetas habitables.

 Los videos de ovnis revelados por el Pentágono muestra a estos objetos volando a gran altitud o muy cerca del océano. Foto: Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Por otro lado, señalan que el tamaño de las sondas enviadas a los planetas podría estar en la escala de centímetros o metros. Las primeras serían prácticamente indetectables, por la ínfima luz que reflejan. Pero las segundas, como el objeto IM2, «serían detectables con radares de espacio profundo» cuando estén incluso más lejos que los satélites artificiales de la Tierra.

«Estos objetos también podrían ser detectables ópticamente a medida que se acercan a la Tierra, especialmente si se calientan como resultado de su fricción con el aire», sostienen.

Finalmente, los autores destacan que los datos existentes sobre los ovnis o UAP no son muy precisos, lo que deja la puerta abierta a diversas interpretaciones. En consecuencia, será necesario refinar las detecciones con instrumentos científicos para determinar qué objetos tienen realmente las características de una posible tecnología extraterrestre.

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