Aunque pueda parecer una locura, a fines de la década de 1950, expertos militares y científicos de Estados Unidos planearon discretamente detonar una bomba nuclear en la superficie de la Luna, un programa que nunca se llegó a concretar para el bienestar del planeta.

El plan secreto, denominado el Proyecto A119, era un tema de tanta seriedad para el Centro de Armas Nucleares de la Fuerza Aérea de dicho país que fueron profesionales de gran prestigio quienes redactaron todos los detalles sobre el ataque al satélite natural.

Entre los autores del informe, desclasificado en 1999, destacaban el físico nuclear Leonard Reiffel, quien trabajó en la creación del primer reactor nuclear, y el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan, quien luego se opondría al uso de este tipo de armas.

El Proyecto A119
El Proyecto A119 consistía en lanzar una bomba de hidrógeno (bomba termonuclear) a la Luna, para que esta explote en el límite que separa el lado claro del lado oscuro del satélite natural, ya sea en su superficie o sobre ella.

Las bombas de hidrógeno pueden provocar explosiones de hasta 1.000 veces más potentes que una bomba atómica, que se expresa en un mayor calor, radiación y fuerza de ondas de choque.

Esa gran potencia se debe a que el proceso de detonación de una bomba termonuclear comprende más etapas que la de una bomba atómica, que solo consiste en la fisión del núcleo de un elemento pesado.

Según los autores del Proyecto A119, este programa tenía únicamente una «naturaleza científica y militar», ya que a partir de su detonación se podría obtener información sobre el alcance real de estas armas, así como sobre su potencial utilidad para una guerra espacial.

Sin embargo, según Reiffel, el líder del programa, el principal objetivo del Proyecto A119 no era ni la ciencia ni la tecnología militar, sino la política.

Las bombas de hidrógeno son armas 1.000 veces más poderosas que una bomba atómica. Foto: Princeton University

Una aviso para la URSS
Aunque, para 1959, los estadounidenses habían logrado desarrollar su propia bomba termonuclear antes que los soviéticos, en la carrera espacial todavía se encontraban en mucha desventaja frente a ellos en la Guerra Fría.

En ese contexto, el objetivo de lanzar una bomba nuclear a la Luna era que la nube en forma de hongo que produzca la explosión sea claramente visible desde la Tierra, en particular desde la URSS.

“Estaba claro que el objetivo principal de la detonación propuesta era un ejercicio de relaciones públicas y una demostración de superioridad. La Fuerza Aérea quería una nube en forma de hongo tan grande que fuera visible en la Tierra”, dijo Reiffel, líder del proyecto en una entrevista, recoge el diario The Guardian.

«El proyecto A119 fue una de las varias ideas que se barajaron para dar una respuesta impactante ante el Sputnik. Otra fue derribarlo, pero parecía muy rencoroso. Eran trucos publicitarios diseñados para impresionar a la gente», sostuvo Alex Wellerstein, historiador de la ciencia y la tecnología nuclear, ante la BBC.

Según Bleddyn Bowen, experto en relaciones internacionales en el espacio exterior, aunque los estudios fueron muy serios, «no obtuvieron financiación ni atención cuando salieron de la comunidad espacial y formaron parte de la manía espacial de finales de los 50 y principios de los 60, antes de que nadie supiera exactamente qué naturaleza iba a tomar la Era Espacial».

Actualmente, un proyecto de naturaleza similar no podría ser posible porque existen tratados internacionales que lo prohíben.

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