En 1973, un equipo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), institución de gran prestigio en Estados Unidos, ordenó a una supercomputadora que analizara cómo sería el crecimiento de la población humana en el siglo XXI, considerando el ritmo al que agotamos los recursos limitados que existen en la Tierra.
El grupo de expertos, compuesto por Donella Hagaer, Dennis Meadows, Jorgen Randers y William Behrens, esperaba resultados optimistas sobre el futuro de la humanidad. No obstante, las conclusiones que arrojó el ordenador mostraron un horizonte sombrío para la especie humana.
¿Cuándo sería el fin de la civilización, según la computadora del MIT?
La computadora del MIT utilizaba un software especializado llamado World 3, cuenta el medio de noticias cientifícas Big Think.
Esta era una versión repotenciada de World 1, un programa que había sido creado por Jay Wright Forrester (pionero de la informática y profesor de la misma institución) a pedido del Club de Roma, una organización privada compuesta por líderes mundiales y científicos que buscaba averiguar cómo el medioambiente se vería afectado por las distintas industrias en los próximos 100 años.
Hagaer y su equipo ordenaron a la máquina tomar en cuenta a la humanidad como un sistema en el que distintos factores se encuentran interconectados y que, como una especie de dominó, pueden desencadenar consecuencias entre ellos.
Los cálculos consideraron cinco variables principales: la población mundial, la producción industrial, la producción agrícola, las reservas de materias primas y la contaminación ambiental.
Tras analizar todas estas variables, la supercomputadora advirtió que, si la humanidad continúa encaminada en esa despreocupación por explotar los recursos finitos de la Tierra, el colapso de la civilización sucedería entre 2040 y 2050.
Un estudio muy criticado, pero con aciertos
La investigación de Hagaer y sus colegas dio como resultado una obra titulada «Los límites del crecimiento».
Aunque algunos elogiaron el libro catalogándolo como el trabajo académico más innovador de la década y que ayudó a generar conciencia sobre los peligros de la depredación de los recursos; la gran mayoría de los científicos lo criticó, sosteniendo que era “menos que pseudociencia”, que utilizaba datos inexactos, que abarcaba muchas variables pero no profundizaba en ninguna y que sus conclusiones eran vagas, cuenta un artículo del archivo del New York Times.
Si bien algunos datos pronosticados por el sistema informático se alejaron mucho de la realidad, otros sí acertaron, por ejemplo, la gran tasa de muertes en el 2020, que coincidió con el inicio de la pandemia de COVID-19.
Por esa misma coincidencia, en los últimos años, diversos expertos han recuperado la importancia de la obra y su mensaje principal: los seres humanos deben limitar el consumo de los recursos para no encaminarse a una catástrofe global.